Dos versiones de Caperucita y una tercera "revisionada"

CAPERUCITA ROJA

HABÍA UNA VEZ UNA NIÑA MUY GUAPA. SU MAMÁ LE HABÍA HECHO UNA BONITA CAPA ROJA Y LA MUCHACHITA LA LLEVABA TAN A MENUDO QUE TODO EL MUNDO LA LLAMABA CAPERUCITA ROJA.
  
UN DÍA, SU MADRE LE PIDIÓ QUE LLEVASE UNOS PASTELES A SU ABUELA QUE VIVÍA AL OTRO LADO DEL BOSQUE, RECOMENDÁNDOLE QUE NO SE ENTRETUVIESE POR EL CAMINO, PUES CRUZAR EL BOSQUE ERA MUY PELIGROSO YA QUE SIEMPRE ANDABA ACECHANDO POR ALLÍ EL LOBO.

 CAPERUCITA RECOGIÓ LA CESTA CON LOS PASTELES Y SE PUSO EN CAMINO. LA NIÑA TENÍA QUE ATRAVESAR EL BOSQUE PARA LLEGAR A CASA DE LA ABUELITA, PERO NO LE DABA MIEDO PORQUE ALLÍ SIEMPRE SE ENCONTRABA CON MUCHOS AMIGOS: PAJAROS, ARDILLAS…DE REPENTE VIO AL LOBO, MUY GRANDE, ENFRENTE DE ELLA Y LE PREGUNTO: ¿A DONDE VAS? A CASA DE MI ABUELITA  -LE DIJO LA NIÑA, EL LOBO PENSO QUE NO ESTABA LEJOS.

 CAPERUCITA PUSO SU CESTA EN LA HIERBA Y SE ENTRETUVO CONGIENDO FLORES: -EL LOBO SE HA IDO- PENSÓ, NO TENGO NADA QUE TEMER. LA ABUELA SE PONDRÁ MUY CONTENTA CUANDO LE LLEVE UN HERMOSO RAMO DE FLORES ADEMÁS DE LOS PASTELES.

 MIENTRAS TANTO, EL LOBO SE FUE A CASA DE LA ABUELITA, LLAMÓ A LA PUERTA Y LA ANCIANA LE ABRIÓ PENSANDO QUE ERA CAPERUCITA. UN CAZADOR QUE PASABA POR ALLÍ LO VIÓ TODO. EL LOBO DEVORÓ A LA ABUELA Y SE DISFRAZO DE ELLA, LUEGO SE METIÓ EN LA CAMA DE LA ABUELITA.

 NO TUVO QUE ESPERAR MUCHO, PUES CAPERUCITA LLEGÓ RÁPIDO. LA NIÑA SE ACERCO Y VIÓ QUE SU ABUELA ESTABA MUY CAMBIADA.

-ABUELITA, ABUELITA, ¡QUE OJOS MAS GRANDES TIENES!-SON PARA VERTE MEJOR- CONTESTO EL LOBO

-ABUELITA, ABUELITA , ¡QUE OREJAS MAS GRANDES TIENES!-SON PARA OIRTE MEJOR, -CONTESTO EL LOBO-

ABUELITA, ABUELITA , ¡QUE DIENTES MAS GRANDES TIENES- SON PARA ¡¡¡¡COMERTE MEJORR AAA!!! Y DICIENDO ESTO, EL LOBO SE ABALANZO SOBRE LA NIÑA Y LA DEVORÓ.

 MIENTRAS TANTO, EL CAZADOR SE HABÍA QUEDADO PREOCUPADO CREYENDO ADIVINAR LAS MALAS INTENCIONES DEL LOBO Y DECIDIO ECHAR UN VISTAZO A VER SI TODO ESTABA BIEN. PIDIÓ AYUDA A UN SERRADOR Y LOS DOS LLEGARON A LA CASA DE LA ABUELITA. VIERON LA PUERTA DE LA CASA ABIERTA Y AL LOBO TUMBADO EN LA CAMA, DORMIDO DE TANTO COMER.

 EL CAZADOR SACO UN CUCHILLO Y RAJO EL VIENTRE DEL LOBO. LA ABUELITA Y CAPERUCITA, ESTABAN ALLÍ VIVAS. PARA CASTIGAR AL LOBO, EL CAZADOR LE LLENÓ EL VIENTRE DE PIEDRA Y LUEGO LO VOLVIÓ A CERRAR. CUANDO EL LOBO DESPERTÓ, SINTIÓ MUCHA SED Y SE FUE A UN ESTANQUE CERCA PARA BEBER. COMO LAS PIEDRAS PENSABAN MUCHO, CAYÓ EN EL ESTANQUE DE CABEZA Y SE AHOGÓ.

 EN CUANTO A CAPERUCITA Y SU ABUELITA, NO SUFRIERON MÁS QUE UN GRAN SUSTO, PERO CAPERUCITA HABÍA APRENDIDO LA LECCIÓN. PROMETIÓ A SU ABUELA NO HABLAR CON NINGÚN DESCONOCIDO QUE SE ENCONTRARA EN EL CAMINO.

DE AHORA EN ADELANTE, SEGRUIRÍA LAS JUICIOSAS RECOMENDACIONES  DE SU ABUELA Y DE SU MAMÁ.

FIN
Extraído de https://www.muchoscuentos.com/cuentos-cl%C3%A1sicos/caperucita-roja/

OTRA VERSIÓN
Caperucita roja
Érase una vez una preciosa niña que siempre llevaba una capa roja con capucha para protegerse del frío. Por eso, todo el mundo la llamaba Caperucita Roja.

Caperucita vivía en una casita cerca del bosque. Un día, la mamá de  Caperucita le dijo:

– Hija mía, tu abuelita está enferma. He preparado una cestita con tortas y un tarrito de miel para que se la lleves ¡Ya verás qué contenta se pone!

– ¡Estupendo, mamá! Yo también tengo muchas ganas de ir a visitarla – dijo Caperucita saltando de alegría.

Miles de juegos y otros recursos nuevos, exclusivos y de la mayor calidad. Gratis 14 días de prueba.

Cuando Caperucita se disponía  a salir de casa, su mamá, con gesto un poco serio, le hizo una advertencia:

– Ten mucho cuidado, cariño. No te entretengas con nada y no hables con extraños. Sabes que en el bosque vive el lobo y es muy peligroso. Si ves que aparece, sigue tu camino sin detenerte.

– No te preocupes, mamita – dijo la niña- Tendré en cuenta todo lo que me dices.

– Está bien – contestó la mamá, confiada – Dame un besito y no tardes en regresar.

– Así lo haré, mamá – afirmó de nuevo Caperucita diciendo adiós con su manita mientras se alejaba.

 Cuando llegó al bosque, la pequeña comenzó a distraerse contemplando los pajaritos y recogiendo flores. No se dio cuenta de que alguien la observaba detrás de un viejo y frondoso árbol. De repente, oyó una voz dulce y zalamera.

– ¿A dónde vas, Caperucita?

La niña, dando un respingo, se giró y vio que quien le hablaba era un enorme lobo.

– Voy a casa de mi abuelita, al otro lado del bosque. Está enferma y le llevo una deliciosa merienda y unas flores para alegrarle el día.

– ¡Oh, eso es estupendo! – dijo el astuto lobo – Yo también vivo por allí. Te echo una carrera a ver quién llega antes. Cada uno iremos por un camino diferente ¿te parece bien?

La inocente niña pensó que era una idea divertida y asintió con la cabeza. No sabía que el lobo había elegido el camino más corto para llegar primero a su destino. Cuando el animal  llegó a casa de la abuela, llamó a la puerta.

– ¿Quién es? – gritó la mujer.

– Soy yo, abuelita, tu querida nieta Caperucita. Ábreme la puerta – dijo el lobo imitando la voz de la niña.

– Pasa, querida mía. La puerta está abierta – contestó la abuela.

 El malvado lobo entró en la casa y sin pensárselo dos veces, saltó sobre la cama y se comió a la anciana. Después, se puso su camisón y su gorrito de dormir y se metió entre las sábanas esperando a que llegara la niña. Al rato, se oyeron unos golpes.

– ¿Quién llama? – dijo el lobo forzando la voz como si fuera la abuelita.

– Soy yo, Caperucita. Vengo a hacerte una visita y a traerte unos ricos dulces para merendar.

– Pasa, querida, estoy deseando abrazarte – dijo el lobo malvado relamiéndose.

La habitación estaba en penumbra. Cuando se acercó a la cama, a Caperucita le pareció que su abuela estaba muy cambiada. Extrañada, le dijo:

– Abuelita, abuelita ¡qué ojos tan grandes tienes!

– Son para verte mejor, preciosa mía – contestó el lobo, suavizando la voz.

– Abuelita, abuelita ¡qué orejas tan grandes tienes!

– Son para oírte mejor, querida.

– Pero… abuelita, abuelita ¡qué boca tan grande tienes!

– ¡Es para comerte mejor! – gritó el lobo dando un enorme salto y comiéndose a la niña de un bocado.

Con la barriga llena después de tanta comida, al lobo le entró sueño. Salió de la casa, se tumbó en el jardín y cayó profundamente dormido. El fuerte sonido de sus ronquidos llamó la atención de un cazador que pasaba por allí. El hombre se acercó y vio que el animal tenía la panza muy hinchada, demasiado para ser un lobo. Sospechando que pasaba algo extraño, cogió un cuchillo y le rajó la tripa ¡Se llevó una gran sorpresa cuando vio que de ella salieron sanas y salvas la abuela y la niña!
  
 Después de liberarlas, el cazador cosió la barriga del lobo y esperaron un rato a que el animal se despertara. Cuando por fin abrió los ojos, vio como los tres le rodeaban y escuchó la profunda y amenazante voz del cazador que le gritaba enfurecido:

– ¡Lárgate, lobo malvado! ¡No te queremos en este bosque! ¡Como vuelva a verte por aquí, no volverás a contarlo!

El lobo, aterrado, puso pies en polvorosa y salió despavorido.

Caperucita y su abuelita, con lágrimas cayendo sobre sus mejillas, se abrazaron. El susto había pasado y la niña había aprendido una importante lección: nunca más desobedecería a su mamá ni se fiaría de extraños.

Extraído de https://www.mundoprimaria.com/cuentos-infantiles-cortos/caperucita-roja



Caperucita "revisionada"
La Caperucítala
de Pepe Pelayo


Erase una vez una niña llamada Caperucítala, a la cual se le han hecho cientos de versiones de su cuento. Sin embargo, ella no conocía ninguna porque odiaba leer.

Caperucítala era más linda que Miss Viejo Mundo 1795. Pero tenía un carácter muy fuerte, una habilidad fuera de lo común para los deportes, y por si fuera poco, era una experta en artes
físico-culturistas y en artes marciales.

Un día la madre le pidió que fuera a casa de su abuelita que se encontraba enferma, y le llevara mermelada de plátano con chirimoya. Caperucítala se alegró mucho -de ir, no de tener a la abuelita enferma-, y abrigándose bien por el intenso frío que había, partió rauda.

 



La anciana vivía a dos cuadras de su casa. Pero la niña, para entretenerse un poco, tomó el camino más largo, pasando por un bosque que estaba a tres kilómetros. Corrió, corrió y corrió, hasta que se puso roja.

Una vez internada en el espeso bosque de eucaliptus, robles, pinos, ébanos, helechos gigantes, varios maceteros con plantas ornamentales y un bonsai, se le apareció un lobo grande, astuto y más malo que un troll, un ogro y un orco juntos. Venía vestido de traje azul marino y corbata roja, llevaba un portafolio negro en la mano y con cara de yo no fui. En fin, la típica imagen de un ejecutivo serio y supuestamente respetable.

 

—Buenas. ¿Cómo te llamas, niña?

—A ti no te importa —le respondió dulcemente Caperucítala.

—Mira, yo soy Inspector de la Superintendencia de Bosques y Zanjas y estamos haciendo una encuesta. ¿Puedo hacerte unas preguntas?

—No.

—Pero, fíjate, podrás participar en un sorteo y ganarte una semana de vacaciones en un hotel de tiempo compartido...

—¡Córtala, Lobo! ¡Déjate de tonterías, que yo sé quién eres!

El animal se molestó, pero no le quedó más remedio que marcharse con el portafolio y el rabo entre las patas. Él quería darse un banquete con la niña, pero le parecía poca cantidad de comida. Estaba interesado en averiguar a dónde se dirigía ella, y con quién se encontraría para aumentar el festín. Como no lo pudo saber en su primer intento, se le ocurrió seguirla y averiguarlo.

Para no levantar sospechas, primero se disfrazó de ciruelo. Así, caminaba a hurtadillas detrás de Caperucítala. Sin embargo, ésta se dio cuenta y le apretó con fuerza la nariz, comentando en voz alta que aquella ciruela estaba verde aún.




Pero como Lobo era más persistente y molestoso que una mosca en la cara de un animador de televisión, continuó con sus enmascaramientos. Se disfrazó de pingüino, de señal de tránsito. Más tarde de inodoro, pero siempre la niña –de una u otra manera- lo descubría.

Cuando llegaron al final del camino, por detrás de la casa de la abuelita, Caperucítala se puso a recoger sandías silvestres, colocándolas en su canastita de mimbre.




Habría que ser muy estúpido para no darse cuenta a dónde iba finalmente la niña, y como el lobo no lo era, porque había hecho un diplomado, un magister y un doctorado en una universidad muy prestigiosa, aprovechó el momento para entrar en la casa por la puerta trasera.

Rápidamente, adobó a la abuelita con sal, pimienta, mayonesa y cilantro, y de un tirón se comió completa a la pobre viejita, que se revolvía en el estómago del lobo sin comprender lo sucedido.




Enseguida, éste se puso el camisón, el gorro de dormir y se metió en la cama.

Cuando Caperucítala llegó a la habitación, se detuvo extrañada. “Sé que la abuelita no se baña hace como tres días por su enfermedad, pero ni así puede tener este mal olor. Creo que por aquí hay lobo encerrado”, pensó con viveza la niña. Al acercarse a la cama lo comprobó.




—¿No me vas a preguntar qué ojos más grandes yo tengo? —le dijo el animal.

—Me imagino que los tienes así porque te asustaste mucho al verme con este cuchillo en mi cesta.

—¿Y no te interesa saber por qué tengo una boca tan grande?

—¡Por favor, Lobo! ¡Esas cosas son para niños chicos! ¿A quién vas a engañar? —le respondió Caperucítala con un gesto de desdén.

El lobo, enojado, no esperó más. Dando un salto, vociferó con furia:

—¡Caperucítala Rójula!

—¡Eres un Lóbulo! ¡Un animábulo Ferózulo! —le devolvió el grito la niña.

Entonces el lobo trató de atrapar a la niña. Pero Caperucítala le colocó un palo dentro de la boca impidiéndole que la cerrara.




Después, le propinó varios golpes de karate en el tórax. Acto seguido saltó y caminó con agilidad por la pared y el techo, descendiendo por detrás del lobo, mientras le lanzaba tres patadas, que hicieron caer al animal. Una vez en el piso, la niña le amarró las patas a la espalda. Entonces, con el cuchillo, le abrió el estómago y rescató a su abuelita.

Mientras la anciana se bañaba para quitarse de encima los jugos gástricos del lobo, Caperucítala le cosió la herida al animal, no sin antes sacarle toda la piel del cuerpo.

—Ahora te vas de aquí y dentro de tres días pasa por la oficina de objetos extraviados del guardabosque, llena una planilla y recoge tu piel.

El lobo huyó de allí, corriendo a toda velocidad. Corrió tan rápido, pero tan rápido, que si se hubiera puesto a darle vueltas a un árbol, fácilmente se hubiera podido morder él mismo su oreja por detrás.

Así, Caperucítala y su abuela, sus padres, hermanos y hasta un primo lejano, hijo de una tía segunda, casada con el guardabosque, fueron muy felices...




Bueno, en realidad Caperucítala, así de momento, no fue tan feliz como los demás, porque a partir de lo sucedido, entrenó y desarrolló tanto su cuerpo, que se le engarrotaron todos los músculos. Entonces, obligada por el reposo, se preocupó por desarrollar más su mente. Leyó miles de libros, entre ellos las versiones que se le han hecho a su cuento -incluyendo ésta, por supuesto.


Cuando creció, Caperucítala Roja se casó con un príncipe azul y tuvieron hijos violetas.

Si tienen ganas de escribir les propongo inventar la historia de cuando Caperucita conoció al Príncipe azul. Recuerden que toda historia tiene una introducción (presentación de personajes, lugar), un nudo (conflicto) y un desenlace (final) que en este caso es el casamiento de Caperucita Roja y el Príncipe Azul. Mandenlo al email de la biblioteca, no olvides de poner tu nombre, grado y división.
champagnatbiblioteca@gmail.com

Extraído de https://garabatodearchivos.blogspot.com/2020/01/cuento-la-caperucitala-de-pepe-pelayo.html

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Ultima publicación

Bienvenidos